lunes, 1 de agosto de 2011

Algo para celebrar

Magaly Solier y Claudia Llosa con el Oso de Oro de la Berlinale
Hace unos días todo el Perú estuvo pegado a los televisores, viendo el partido entre Perú y Venezuela que Perú gano 4 a 1. Ese triunfo tuvo un sabor especial. Hasta entonces, en cuanto al fútbol peruano y su desencanto, la referencia recurrente había sido siempre el equipo de 1970. Pero ese sábado, el ánimo y la sensación común eran notablemente otros. Lo que pasaba en el campo de juego era real; y todo lo demás también.


Por muchísimos años, nuestro país estuvo acometido por todas las plagas imaginables: terrorismo, delincuencia; ineptitud y corrupción de las autoridades; gobiernos dictatoriales, o indolentes y frívolos: enemigos activos y pasivos de la cultura y la decencia; además crisis económica, laboral, y frustración generalizada.Todo ese tiempo, una expresión inconsiderada y desaprensiva reveló el creciente distanciamiento conceptual de muchos, sin responsabilidad ni apego a la realidad común:
"Por eso es que este país no progresa; este país nunca va a cambiar" :
"Este país"; no mi país, no el lugar en el que nací y que debería amar y defender, sino "este país".
Durante décadas, miles y miles han abandonado el Perú en pos del sueño americano, español, italiano; o la siesta argentina o chilena; escogiendo el desarraigo y cambiando en muchísimos casos la unidad familiar, el sentido de dignidad y la auto valoración por una oportunidad de trabajo.

Sin embargo, muchas cosas fueron pasando entre nosotros, configurando una realidad y un panorama distintos; devolviendo a los peruanos paulatinamente la confianza, el ánimo, las expectativas y el aprecio por nuestra identidad colectiva; y al Perú la categoría de lugar deseable para vivir y construir un futuro. 
Los gobiernos empezaron a atender temas sociales largamente postergados y a cuidar la economía, logrando una de las tasas de crecimiento más altas del mundo, lo que ha hecho del país un objetivo preciado por los inversionistas internacionales. Paralelamente diversos factores, como concertadamente, fueron dándose tanto en los logros personales como en la valoración de las riquezas culturales del Perú.

De pronto pudimos enorgullecernos de tener uno de los mejores tenores del mundo; de que una cantante exquisita, soslayada durante años a pesar de sus triunfos en el extranjero, obtuviera un premio Grammy, y entonces fuera por fin reconocida en su tierra. Por su parte, una cineasta peruana ganó el Oso de Oro, el gran premio del Festival de Berlín; y su actriz, una joven ayacuchana, once premios en sendos festivales internacionales de cine, siendo protagonista en filmes de afamados directores. De otro lado, el más conocido novelista peruano recibió el Premio Nobel de literatura; y el autor de un libro célebre sobre economía, referente mundial en su tema, fue considerado entre los 10 mejores economistas de la actualidad.

En julio del 2007, Machu Picchu fue declarada una de las siete maravillas del mundo moderno, consolidando al Perú como uno de los destinos turísticos más importantes del orbe, y Lima es ahora una plaza atractiva para grandes espectáculos, y afamados artistas y grupos musicales. En otro terreno, dos jóvenes deportistas se hicieron de campeonatos mundiales de surf y box femeninos.

Por otra parte, la gastronomía peruana es considerada como una de las mejores; y el más respetado chef nacional, su principal mentor, ha logrado cohesionar y promover el resurgimiento del aprecio por el Perú, contribuyendo como pocos a afianzar la identidad nacional. Recientemente además, un pequeño agricultor, en sus tres hectáreas en la selva puneña, ha producido el Tunki, premiado como el Mejor Café Especial del mundo.

Fuera de las marquesinas, los podios y la celebridad, anónimos hombres y mujeres de las serranías y pequeños pueblos del interior, embellecen cada día la vida con su esfuerzo comunitario en colegios modelos, cultivos admirables, pequeñas, imaginativas y sorprendentes empresas y obras que engrandecen el esfuerzo y la inventiva; y sin ninguna duda, serán ejemplo para que surjan nuevos visionarios que continúen dándole brillo a nuestro hermoso país. Mucho más allá de su admirado patrimonio arqueológico, de su arquitectura colonial con templos de muros ornamentados llenos de arte; en toda la extensión del Perú, en las alturas del ande, en medio de la exuberante vegetación de nuestra selva o en los vastos territorios costeños, bellos poblados habitados por gente cálida y hospitalaria están siendo revalorados y descubiertos por la mirada asombrada de los viajeros, mostrando una dimensión nueva de nuestra multiforme riqueza natural y humana. La antigua expresión "Vale un Perú" es elocuente, y aun modesta frente a una realidad de la que podemos y debemos estar justificadamente orgullosos.

Ahora, el mundo mira al Perú y descubre sus fortalezas. Es algo para celebrar.

Wilson Sucaticona, productor del mejor café especial del mundo
 

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