lunes, 18 de julio de 2011

Los oráculos mediáticos





Hace poco leí un artículo que ponía el dedo en una llaga que pocos se deciden a tocar: La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa. El artículo hace referencia a la banalización de nuestros tiempos, más interesados en el show que en la afirmación de la inteligencia. Es un enfoque lúcido que expresa inquietud intelectual y ética. Pero la realidad es poco auspiciosa; despertar de la frivolidad exige al hombre responsabilidad, la revisión de sus valores y su noción del sentido de la vida; conceptos poco significativos en nuestra sociedad hedonista, desaprensiva y light. Los salmones para poder ovar, y así realizarse en su naturaleza, deben nadar esforzadamente contra la corriente de los ríos. El hombre necesita remontar la inercia generalizada, despersonalizante y engañosa: canto de las sirenas; traje de la inteligencia que descubre su desnudez.




Como muchos, por las mañanas busco las noticias más saltantes en Internet; entonces me doy con la civilización del espectáculo en toda su magnitud, y con el Olimpo alrededor del cual gira la atención de una inmensa mayoría, no sólo en nuestra Lima emergente, sino también en los países desarrollados. Es el escenario esperado cada dia por las grandes masas; para soñar, involucrarse, estar informados y alimentarse de los temas que todos comentarán. 

En la antigüedad los pueblos paganos consultaban a los oráculos, en busca de los supuestos mensajes de sus dioses por medio de las pitonisas griegas o las sibilas romanas, entre otros. En nuestros días el mundo vive pendiente de los mensajes de sus ídolos de papel, lentejuelas, éter o celuloide. Los intermediarios son ahora los medios de comunicación tradicionales o virtuales.

Algunos oráculos de la modernidad:

Las estrellas de la farándula: son de variados contextos: actores y actrices de diversa dimensión; músicos y cantantes; vedettes, cómicos populares, folcloristas. Filosofan sobre la vida, hablan de sus contratos, del rating; sus nuevos romances e infidelidades están en las conversaciones de todos: divierten, hacen llorar, o son motivo de condena. Ocupan el cuarenta por ciento de las noticias en las páginas de Internet.

Las estrellas del fútbol, cuyas vidas transcurren entre los campos de juego y la farándula. Todos los oímos (no es difícil encontrarlos en las pantallas mientras zapeamos o vagamos por la red); hablan con lenguaje académico, acento argentino, modismos españoles y proyección internacional; siempre están diciendo: "no tuvimos suerte, faltó definición y nada, tenemos que seguir trabajando; así es el fútbol"; de todas maneras, muchas veces logran darnos grandes alegrías. Muchísimos los oyen, viven pendientes de sus pronósticos y los siguen con fidelidad. Por lo menos el treinta por ciento de los titulares tienen que ver con ellos.

Los y las socialités internacionales. Todos saben en qué costas vacacionarán este verano, quién diseña sus trajes, si salieron de compras, dónde cenaron, junto a quiénes se los vio, cuánto cuestan sus mansiones. Unos son príncipes y princesas de verdad; algunas, ricas herederas de intelecto ausente, o glamorosas estrellas de Hollywood, famosas modelos, diseñadores de moda. Todos los admiran, envidian y viven sus fantasías enterándose de sus vidas. Llenan el diez por ciento de los encabezados.

Los políticos. Hay los que hablan a pausas, impostadamente, como si al abrir la boca revelaran al cosmos palabras nunca oídas (aunque sean clichés agotados por el uso). Otros discursean grandilocuencias; lo mismo frente a cuatro gatos que ante grandes multitudes. Cada vez, menos les creen; pero igual ocupan sus espacios, sobre todo en épocas electorales. Fluctúan entre el cuarenta o el veinte por ciento, según la circunstancia.

Los oráculos de nuestra era posmoderna, globalizada y en bancarrota, son de fantasía fina o de material sintético; de buen gusto o de estilo chicha; todos, eso sí, de material perecible. Pero es lo que hay, y son de fácil acceso para todos los consumidores de las noticias del día. Basta que las estrellas salgan del canal, de la Videna, de sus hoteles, lofts, o del Congreso; que esa mañana balbuceen algún cebo mediático para capturar a sus seguidores, o que escriban un par de líneas "por medio de su cuenta en Twitter" (fuente predilecta y expresión cursi de los ídolos de nuestros días) para que sus principios, opiniones, estilos de vida y pequeñas o grandes miserias eduquen, entretengan y anestecien a nuestro mundo a la deriva: seco de valores, belleza y poesía. El Panem et circenses de la antigua Roma en su versión contemporánea.


No hay comentarios:

Publicar un comentario