martes, 28 de junio de 2011

Juegos de magia


Este es un mago bien vestido, encantador; y tiene un repertorio como para todos los gustos. No siempre usa los recursos tradicionales: conejos, pañuelos; también saca del sombrero palabras que solucionan impasses conceptuales, éticos y filosóficos. Los conceptos, reformulados, pueden ser artilugios útiles cuando se los necesita. Uno de los vocablos mágicos cada vez más utilizados es:


Es una palabra fantástica y de popularidad creciente: tiene que ver con el juego. Jugar es bueno: los niños juegan, y jugar con ellos nos enriquece y hace mejores. Hay juegos que liberan y distienden; otros que pueden conducir a severas adicciónes.
Jugar puede ser también la clave para no tomar las cosas tan en serio; para estimularnos a tener una mirada amable sobre lo que hacemos o pensamos, sin que nos hagamos mayores problemas. En tiempos ya superados, el ejercicio de la literatura, las artes visuales, el pensamiento, los estilos de vida y toda forma de expresión, implicaba asumir una responsabilidad y un costo. Esas actitudes heroicas no encajan mucho en la modernidad.





Todos juegan en sus laptops, PCs, celulares; juegan en sus cuartos, en las oficinas, en el micro, y en todo lugar en el que se pueda evitar tener que pensar; más fácil y menos costoso es poner el automático y entregarse al compulsivo accionar electrónico que deja en pause la capacidad de reflexión, tan incómoda y comprometedora.

Los políticos juegan, barajan, calculan; congenian o ensayan oposiciones radicales. Los giros y acomodos se van dando según el rating, y con el propósito final de poder servir "sacrificadamente" a la patria. En este juego todos ganan, menos los que votan por ellos (aunque todavía hay algunos políticos que lo toman en serio; pero no es la norma).

Las fábricas de cigarrillos juegan al sinceramiento con la nueva presentación de sus productos: cajetillas con ilustraciones dramáticamente reales, que en algunos casos parecerían tomadas del cine de terror. No hay contradicción: se desliza el alto riesgo de muerte por el consumo del tabaco, pero igual se vende. La industria tabacalera, que paga altos tributos y genera tantos puestos de trabajo, no puede parar por asuntos estadísticos.

Los fabricantes de aerosoles juegan al cuidado del equilibrio ecológico, incluyendo en sus presentaciones pequeños símbolos que aseguran que no dañan la capa de ozono. Otros productos anuncian sus propiedades dietéticas; hay tés que adelgazan y gaseosas light. Para toda sospecha hay una declaración de devoto culto a la preservación de la salud y el ambiente. La pachamama y sus hijos pueden estar tranquilos.

Los grandes estudios de cine juegan con el séptimo arte. Gracias a la apertura de nuevos horizontes en el negocio del espectáculo, ahora Ingmar Bergman (si estuviera vivo) bien podría competir por el Oscar con Garfield 3, presentado con un gran despliegue de animación, proyección en 3D y las voces de Tom Hanks y Sandra Bullock.

Jeff Koons. Popples. Cerámica, 74.5 cm. 1988.
Los artistas visuales juegan con las formas, los colores, los materiales y las aproximaciones a sus temas; por lo menos, muchos suelen definir su trabajo utilizando esta expresión.
Picasso, con su extraordinaria inventiva, tomaba cualquier cartón o material que tuviera a la mano y hacía máscaras sorprendentes para jugar con sus hijos.
Se puede jugar con propósito; pero también, en otros casos, escondiendo bajo este concepto ligereza y superficialidad. 

Jugar con la estética kitsch, que algunos como Almodóvar y aún Gaudí han incorporado, en algunos casos brillantemente en sus obras, puede tener también versiones menos consecuentes: Jeff Koons, ex esposo de Ilona Staller, la Cicciolina, es el héroe indiscutible que ha logrado el prodigio de que ese objeto chirriante y espantoso, que sólo se encontraba en los mercados y bazares de barrio –reproducido fielmente y magnificado; y mediante un sustento conceptual contrabandeador del mal gusto– pueda asombrar y rendir a la crítica y al mercado del arte internacional. Es el triunfo incuestionable del plástico y lo chicha, que también tienen sus derechos. En 1837 Hans Christian Andersen publicó su cuento El nuevo traje del Emperador. A un rey que era muy vanidoso, unos timadores le ofrecieron un traje que, según le dijeron, sólo podía ser visto por las personas inteligentes (un traje que en verdad no existía, y que ellos simularon confeccionar). Evitando ser tomados por ignorantes, el rey mismo, sus ministros y todos sus súbditos alabaron el nuevo vestido. Para aparecer ante los demás como inteligentes, debían tener la opinión "políticamente correcta". Después de cerca de dos siglos, en el contexto cultural de nuestros días, es necesario reconocer la dimensión profética de esta historia del escritor danés.

La NASA juega a La Guerra de las Galaxias. La conquista del espacio, cándida hipérbole que todavía emociona a algunos, sigue significando la inversión de miles de millones de dólares; pesando más el afán de poder, y la ilusión del cómic realizado, que el hecho real de millones de niños que mueren de inanición cada día en los pueblos más pobres. En esto no hay una transgresión de la ley; son (se supone) asuntos separados que no tienen que pesar en la conciencia de la ex nación más poderosa de la tierra. Paralelamente, miles de sus soldados siguen invadiendo territorios y realidades políticas ajenas en nombre de la libertad y la democracia, como una materialización colectiva del Superman siempre dispuesto a luchar por la justicia, dondequiera piense que lo necesitan. 
En el apoyo logístico, los negociantes de armas juegan a proveer los recursos necesarios para las cruzadas libertarias; mientras tanto, las grandes empresas constructoras del país del norte juegan a la reconstrucción de las ciudades devastadas, ganando ambos grupos de benefactores lo suyo.

El grupo selecto de financistas que maneja la economía mundial jugó hace poco, sobre el tapete verde de Wall street, al Gran Monopolio, utilizando los papeles de denominación real como si se tratara de los papelitos impresos del popular juego, involucrando a la economía ahora globalizada. Claro, como puede ocurrir en todo juego, en este caso las especulaciones no les dieron el resultado esperado, y como en un desconsiderado dominó, las economías del mundo entero fueron cayendo por la inercia. Cosas del azar y de los cálculos humanos, falibles al fin como todo.
En este juego todos perdieron (algunos, como Grecia, quedaron en la bancarrota), menos los jugadores, que siempre tienen poder y recursos para poner sus capitales a buen recaudo. Como decía Tobi: "La araña nunca pierde".


En las ferias de barrio, en los quioscos de cualquier juego de azar, los animadores estimulaban a los potenciales participantes con el consabido: "Hagan juego señores...". 
Es cuestión de cada uno.

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