Los jugadores de Solitario (D'après Cézanne)
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viernes, 18 de julio de 2014
viernes, 27 de septiembre de 2013
El regreso de Camila
Esa mañana Camila vio frente al espejo que se le notaban mucho las raíces del cabello. Se sorprendió de su descuido y se alistó para ir a la peluquería. Cuando estuvo sentada en la cómoda silla de ese salón al que iba hacía más de diez años, Cleo, la chica que siempre la atendía le comentó como distraídamente:
—Antes usted venía a que le retoque en cuanto le asomaba una línea imperceptible de las raíces…
Durante todo ese tiempo había sido la confidente de Camila, y una de las pocas personas que sabía a ciencia cierta que ella se teñía el cabello. Preocupada por su apariencia, Camila había vivido pendiente de la imagen que proyectaba: elegante, impecable; pero a la vez moderna, espontánea y segura. Nunca habría admitido la más mínima posibilidad de que algo se le estuviera yendo de las manos; ella estaba al control de todo en todo lugar y siempre. Por eso el comentario de Cleo la desconcertó: quizás, sin haberse percatado, estaba quedando rezagada del personaje cuidado y exitoso que siempre había ocupado el centro del círculo que frecuentaba. Por años se había movido en ese escenario artificial, formado a la imagen del "tú puedes", omnipotente impulsor de todos con los que se relacionaba. Sin embargo ahora, bajo esa ilusa fantasía, descubría una sed de vida desconocida, más importante que las canas que asomaban detrás de su descuido social.
viernes, 25 de enero de 2013
Mi safari favorito
Hay cazadores de autógrafos, mariposas, patos, venados. Otros pocos cazan tigres, leones y hasta rinocerontes. Caza farandulera, caza poética; caza menor y mayor. Unos esperan con paciencia a la salida de teatros y conciertos, otros escondidos en los matorrales. Los cazadores de peso organizan o se acoplan a safaris de alto vuelo en las grandes sabanas africanas. Más burgués, citadino y comodón, mi aventura favorita es ir de safari a la cachina, que es como tener al alcance, en la misma ciudad, un museo abierto, marginal y realmente fascinante.
miércoles, 31 de octubre de 2012
Las damas inmóviles
El pintor y su modelo. Pablo Picasso |
La mayoría de las modelos de la Escuela de Bellas Artes eran jóvenes; posaban según las exigencias del programa, vestidas o para un desnudo. Tener que vencer por la necesidad el recato personal, se compensaba con el aprecio y respeto de los demás. Eran profesionales de la inmovilidad y el silencio; distantes durante su trabajo, pero sencillas y amigas en las horas de descanso; personajes concretos del imaginario romántico-bohemio de los estudiantes, ideales aunque cotidianas, aparentemente desconocidas, pero que aparecen en catálogos de las exposiciones anuales de la Escuela, en cuadros que cuelgan en casas, colecciones particulares y aun museos, regresando así a la memoria. Salían de detrás de un biombo, con algún traje o una bata que las cubría hasta empezar su trabajo; subían a la tarima, bajo la luz que delimitaba su territorio y las separaba de los caballetes que la rodeaban a contraluz. Entonces se meterían en sus pensamientos, se irían con ellos a otras partes, o se quedarían simplemente quietas, objetivas y abstractas.
domingo, 13 de mayo de 2012
Miraflores del setenta
Sunset en el malecón. Foto: Mannover / André Ramírez |
sábado, 17 de diciembre de 2011
Escenas en un centro comercial (Postales de temporada)
Hace mucho tiempo, un suceso que nuestro mundo convirtió por arte de birlibirloque solamente en una postal (para no entrar en temas que puedan atentar contra sus ansiadas libertades), le da la ocasión de celebrar la fiesta más esperada por todos. Es una historia por cuadros, bien conocida.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
El traslado
sábado, 19 de noviembre de 2011
El desconcierto
Piazza. Alberto Giacometti |
lunes, 31 de octubre de 2011
El santo de la montaña
Un día de abril la pareja salió hacia la montaña. Primero caminaron recto; luego, girando sobre el camino, empezaron a subir por la pendiente. El imponente cañón, adornado en sus orillas por pequeñas flores escondidas entre las piedras, se extendía hacia adelante como un escenario dispuesto para algo, enmarcado por paredes de piedra que, en las partes más altas, tomaban un color pizarra oscuro contra la luminosidad del cielo serrano. Caminaron, caminaron, subieron, y subieron más; hasta que cayó la noche. A esa noche siguió otro día, y otras noches; y otros días. De pronto volvieron los ojos a la tierra. Y se dieron cuenta de que estaban perdidos. Entonces él salió al camino.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Las pésimas intenciones
Fui con mi esposa a un cine de La Molina a la función de las 8:20 de la noche, para ver Las malas intenciones, la película de Rosario García-Montero; esa noche hubo buena asistencia. Antes, pasaron los avances de los próximos estrenos: una sucesión de imágenes violentas, con profusión de autos estrellados e incendiados y diálogos cargados de maldiciones; y un par de esas comedias que ofenden la inteligencia y el buen sentido del humor: el menú habitual de casi todos los programas que se dan en las cadenas de cines que monopolizan el mercado, y que hace muchos años han cerrado el camino al buen cine que uno debería tener la opción de ver. Victoria absoluta (hasta el momento) del cine chatarra sobre el cine de arte, en consonancia con la superficialidad de la que Vargas Llosa llama con acierto "la civilización del espectáculo".
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