miércoles, 25 de mayo de 2011

La radio


Siendo niño, una de las cosas que me resultaba más emocionante era que, con cierta frecuencia, solíamos ir con mis padres a los auditorios de las radios América, El Sol, Excelsior, Central, para ver en persona a los famosos que visitaban Lima. No habiendo aún televisión, la radio era la distracción más popular y asequible; y todos los artistas de renombre recalaban en sus escenarios para el disfrute popular de la incipiente farándula de esos días. Siempre llegábamos temprano para conseguir los mejores lugares; con expectación creciente debíamos esperar largos minutos sentados frente a las cortinas del auditorio hasta que, llegada la hora, éstas se descorrían descubriendo el escenario iluminado, con el piano de cola, los atriles para la orquesta y los micrófonos. Poco a poco, conforme se apagaba el murmullo de la sala, iban entrando los músicos y acomodándose frente a sus partituras. Finalmente hacía su entrada el presentador, quien con estilo rimbombante, arrastrando las consonantes para darle más brillo a su impostada voz, anunciaba a la estrella de la noche que de pronto aparecía, materializando las fantasías de los afortunados que habían conseguido sus pases haciendo cola desde temprano en las oficinas de la emisora. A partir de entonces, todos seguiríamos las indicaciones de los avisos que se encendían en el momento oportuno: "Silencio", "En el aire", "Aplausos", colaborando con esos momentos que sin duda, aunque de otra manera, eran también mágicos para los que escuchaban sentados frente a los aparatos de radio en sus casas.
En esas noches memorables conocí a muchos famosos: Daniel Santos, Bienvenido Granda, Pedro Infante, Xavier Cugat, Dámaso Pérez Prado, Leo Marini, y otros que se esconden entre los vericuetos de la memoria; pero entre ellos, recuerdo especialmente a una cantante mexicana de la que no volví a saber más: Elvira Ríos, una mujer alta de cabello largo y ondulado, a quien llamaban "la voz de humo" por el sonido grave y profundo de su voz.

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